Ayer se volvió a demostrar que la cordura debe prevalecer sobre todas las cosas. El TSJM decidió continuar con su medida cautelar de prorrogar la toma de decisión sobre la privatización de la sanidad madrileña. El movimiento ciudadano, que siempre ha estado acompañando al personal de la sanidad pública de la capital, ha logrado tumbar el poder impositorio que ejerce Ignacio González y el, hasta ayer, consejero de Sanidad de la comunidad, Lasquetty.
No es una medida que pille de nuevas a nadie, pues es bien sabido que la privatización, externalización, o como lo quieran llamar del servicio público sanitario no traería más que un incremento del gasto público y, por ende, saldría más caro a los contribuyentes. Un bastión tan importante como es la sanidad gratuita y universal que tanto ha costado conseguir, y que tiene el reconocimiento internacional, no puede desmontarse así como así, con la única excusa de la crisis. Bendita crisis que ha venido de perlas a los dirigentes para hacer trizas aquello que no les gustaba. Dichosa crisis que hace que los ciudadanos vean mermados, hasta la saciedad, sus derechos.
La Comunidad de Madrid da un paso atrás, con dimisión mediante, y se logra la victoria social ante un Gobierno que legisla a golpe de ideología, peleón con aquellos que se revelan en su contra, autoritario e intolerante. Aquellos que quieren salvar a Madrid de su amplísima deuda económica están más preocupados de no sucumbir ante quienes protestan, que del objetivo de hacer prosperar una comunidad en horas bajas. Sin embargo, el poder social es mucho más fuerte, y una vez más, y con el respaldo de los tribunales, han vuelto a demostrar que sí se puede, y que aunque cuesta, todo se consigue.
La sanidad no es un juego, y los madrileños no merecen una sanidad que pierda calidad y efectividad. Merecen una sanidad mucho mejor, en la que se invierta mucho más para poder avanzar en investigación, y que pueda mejorar la calidad de las infraestructuras para, así, ofrecer un servicio mucho mejor. Si la marea blanca ha podido contra el poder, ¿por qué no iban a poder los demás?