martes, 23 de julio de 2013

¿Qué necesitan para dimitir?

España está envuelta en múltiples procesos de corrupción, a cada cual más grave, y que afectan a todas y cada una de las instituciones del Estado. Desde la Casa Real y el Gobierno hasta partidos políticos en su conjunto pasando por Ayuntamientos, Diputaciones o Gobiernos regionales; nadie se salva pero, ¿por qué no dimiten cuando recae sobre ellos la sombra de la sospecha? y lo que es aún peor, ¿por qué no lo hacen cuando ya están metidos en el proceso judicial?

Cierto es que vivimos en un Estado de Derecho (aunque a muchos se les olvide últimamente); y también es cierto esa máxima jurídica de que todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario; pero esto no debería cumplirse cuando se trata de personal pagado con fondos públicos que salen de los impuestos de todos los españoles. Ahí debería serse más estricto, más serio y no jugar con diles y diretes, con lanzar la piedra y esconder la mano para, al menos, intentar que se mire para otro lado. 

Contamos con unas instituciones que están perdiendo el respaldo social por culpa de 'cuatro mangantes' que se han dedicado a llenarse los bolsillos a costa del ciudadano. No es posible que haya en el Congreso, o el Senado, políticos (da igual el color de su partido) inmersos en procesos judiciales. Lo mismo pasa si nos centramos en las instituciones regionales o en las locales. Cuando un trabajador hace mal su trabajo en repetidas ocasiones, ¿no termina por ser despedido?; cuando un trabajador demuestra no ser competente, ¿no lo echa a la calle el empresario?; visto así, ¿no debería ser igual con los políticos? Al que no es competente, al que no sabe ejercer su cargo, al que se mete en política por hacerse rico y no por la vocación al servicio público, a todos esos los ciudadanos deberían tener el poder de echarlos con la simple petición de su dimisión.

Demuestran día a día que desconocen lo que es la ética, lo que es la moral (aunque en ocasiones su moral -religiosa- les basta para tomar una medida), y así nos va. Se está demasiado cómodo en el sillón del poder; es muy fácil escudarse en el recurso de que cada cuatro años el ciudadano tiene derecho al voto, pero ese es el problema. La casta (y caspa) política entiende la democracia como aquello que se ejerce cada cuatro años. El verdadero demócrata la entiende como aquello que se ejerce dignamente, de manera honrada y limpia, y que funciona a diario y no sólo cuando se convoca a comicios. 

Si ser parte de un proceso judicial no es suficiente; si el mero hecho de que la sombra de la sospecha planee sobre sus cabezas no basta; si las peticiones de dimisión de los ciudadanos son mudas a sus oídos; si el clamor social por una democracia sana les es imposible verla, entonces...¿qué necesitan para dimitir?

domingo, 21 de julio de 2013

Que se vayan

La política española está siendo maltratada. Está en crisis. Está en peligro. Está perdiendo (o lo ha perdido ya) todo su sentido y significado. Está muerta. Parece alarmista, puede resultar extremista, pero es el resultado del trabajo, duro y muy bien elaborado, que están haciendo los políticos día a día. Con cada silencio; con cada palabra; con cada acción; con cada medida. 

El Gobierno de éste, nuestro país, es un despropósito en todos los términos y en cualquier categoría. Se mire la cartera ministerial que se mire, no hay más que incompetencia, sinsentido y decretazos ideológicos para salvar cualquier posibilidad de debate que ponga sobre la mesa el rechazo unánime de una sociedad crítica, que ha despertado del letargo de 30 años de 'tranquila' pseudo-democracia. 

El ministro de Hacienda no consigue sanear las cuentas estatales, pero siempre abre la caja para ayudar a aquellos amigos suyos que están en peligro; el ministro de Industria, que no tiene ni una ligera idea de todos aquellos sectores que le competen, y no hace más que enfangar un terreno extremadamente delicado; en Sanidad tenemos a una ministra que ha logrado desmontar un servicio público de calidad y convertirlo en una chapuza y metida hasta el cuello con la 'trama Gürtel', por mucho que insista en que no sabía nada de lo que su, por aquél entonces, marido hacía; para la cartera de Empleo, una mujer que desconoce lo que es el trabajo en una empresa privada, no sabe lo que es un convenio, ni lo que es sufrir cargas impositivas en un irrisorio salario y sólo quiere ayudar a los grandes empresarios, donde nos encontramos con sus familiares;  en Defensa, Exterior e Interior, tres ministros que pasan desapercibidos pero, en el caso de los dos últimos, cada vez que hablan, sube el pan; para Justicia tenemos un lobo con piel de cordero, que parece que no moja, pero empapa, que parecía un conservador conciliador y resultó ser un reaccionario y un retrógrado de alta escala; en Vicepresidencia una señora que está para cubrir las espaldas del Presidente, pero que está por estar; y para rematar, en Educación está el señor más analfabeto que Rajoy se pudo encontrar en su partido, quiere convertir la educación en algo sólo para ricos, donde el hijo del trabajador no pueda cumplir su idea de obtener un título superior a base de convertir las carreras en un servicio donde, casi, hay que hipotecarse y en las que las ayudas públicas cada vez son menos.

La perla de toda esta troupe es la presidencia. Mariano Rajoy, ese ser cobarde, incoherente, incapaz de gobernar, demuestra que tiene demasiadas pocas luces y que no hace falta estar muy preparado para llegar a dirigir todo un país. El destino de 47 millones de personas está en las manos de alguien que se excusa con el contexto exterior para no explicar su imposibilidad de hacer las cosas bien. 

Para seguir así, que le hagan un favor al país y a los ciudadanos. Que se vayan. 

martes, 9 de julio de 2013

No somos serios

Plantearse cómo atajar un tema tan serio como la crisis interna que vive el Partido Popular; su fraude, es complicado. Pero realmente, cuesta entender aún más, cómo la sociedad española vive en total connivencia con un asunto tan grave. ¿Cómo es posible que con toda la información que diariamente aparece en las primeras de los periódicos, en los titulares de los informativos, no haya habido una gran protesta para pedir explicaciones y dimisiones? ¿Cómo es posible que mantengamos un presidente del Gobierno en su cargo, cuando era consciente de la situación y, no sólo eso, sino que también participó de ello? ¿Cómo pretendemos que nos tomen en serio fuera, si nosotros mismos somos incapaces de tomarnos en serio nuestros propios asuntos?

En ocasiones me planteo si no será que la sociedad española está tan acostumbrada a la corrupción que ya ni se molesta en pedir explicaciones a los defraudadores, a los estafadores, a los ladrones que, después, llegan a cargos de poder y pretenden dirigir nuestros destinos, robando aún más. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a aguantar para empezar a poner el grito en el cielo de verdad?

Queremos ser un país serio, un país libre, democrático y bien establecido; pero está claro que aún nos cuesta dejar atrás esa imagen de un país de toros y pandereta. Inclusive, esa imagen, hoy día, está más acrecentada. Unos payasos que trabajan como políticos; unos ladrones que gobiernan bancos y empresas; unos estafadores que llevan las cuentas de los partidos políticos; unos explotadores en las ejecutivas de las empresas y en las asociaciones empresariales; unos peleles en los sindicatos....y para que el pueblo no proteste: toros, fútbol y fiesta. ¿Hasta cuándo?

Va siendo hora de salir a las calles. Pero salir de verdad. Plantarse ante el poder. Gritar 'BASTA YA'. Hacerse valer. Es el momento de demostrar que quien tiene el poder real es el pueblo, digan lo que digan, pretendan lo que pretendan, y que jamás podrán torearlo. Es hora de que los culpables reales, aquellos que pretendían meternos en la cabeza que nosotros, los pobres, vivimos por encima de nuestras posibilidades; aquellos que querían engañarnos diciendo que no había más remedio que tomar las medidas que se están tomando; aquellos que se llenan la boca diciendo que están en contra de la corrupción y luego se llenan los bolsillos gracias a ellos; todos ellos, sepan que se les acabó la tarta de la buena vida; que el pueblo ya no aguanta más; y que es hora de que quien la hace de verdad, la pague de verdad. 

Es el momento de terminar con una Justicia al servicio de la política, del poder económico y en contra del desfavorecido. Es hora de que quien roba, pague con dinero y con cárcel. Que de verdad, la justicia sea igual para todos. Si queremos ser serios, seamos serios hasta las últimas consecuencias.