La política española está siendo maltratada. Está en crisis. Está en peligro. Está perdiendo (o lo ha perdido ya) todo su sentido y significado. Está muerta. Parece alarmista, puede resultar extremista, pero es el resultado del trabajo, duro y muy bien elaborado, que están haciendo los políticos día a día. Con cada silencio; con cada palabra; con cada acción; con cada medida.
El Gobierno de éste, nuestro país, es un despropósito en todos los términos y en cualquier categoría. Se mire la cartera ministerial que se mire, no hay más que incompetencia, sinsentido y decretazos ideológicos para salvar cualquier posibilidad de debate que ponga sobre la mesa el rechazo unánime de una sociedad crítica, que ha despertado del letargo de 30 años de 'tranquila' pseudo-democracia.
El ministro de Hacienda no consigue sanear las cuentas estatales, pero siempre abre la caja para ayudar a aquellos amigos suyos que están en peligro; el ministro de Industria, que no tiene ni una ligera idea de todos aquellos sectores que le competen, y no hace más que enfangar un terreno extremadamente delicado; en Sanidad tenemos a una ministra que ha logrado desmontar un servicio público de calidad y convertirlo en una chapuza y metida hasta el cuello con la 'trama Gürtel', por mucho que insista en que no sabía nada de lo que su, por aquél entonces, marido hacía; para la cartera de Empleo, una mujer que desconoce lo que es el trabajo en una empresa privada, no sabe lo que es un convenio, ni lo que es sufrir cargas impositivas en un irrisorio salario y sólo quiere ayudar a los grandes empresarios, donde nos encontramos con sus familiares; en Defensa, Exterior e Interior, tres ministros que pasan desapercibidos pero, en el caso de los dos últimos, cada vez que hablan, sube el pan; para Justicia tenemos un lobo con piel de cordero, que parece que no moja, pero empapa, que parecía un conservador conciliador y resultó ser un reaccionario y un retrógrado de alta escala; en Vicepresidencia una señora que está para cubrir las espaldas del Presidente, pero que está por estar; y para rematar, en Educación está el señor más analfabeto que Rajoy se pudo encontrar en su partido, quiere convertir la educación en algo sólo para ricos, donde el hijo del trabajador no pueda cumplir su idea de obtener un título superior a base de convertir las carreras en un servicio donde, casi, hay que hipotecarse y en las que las ayudas públicas cada vez son menos.
La perla de toda esta troupe es la presidencia. Mariano Rajoy, ese ser cobarde, incoherente, incapaz de gobernar, demuestra que tiene demasiadas pocas luces y que no hace falta estar muy preparado para llegar a dirigir todo un país. El destino de 47 millones de personas está en las manos de alguien que se excusa con el contexto exterior para no explicar su imposibilidad de hacer las cosas bien.
Para seguir así, que le hagan un favor al país y a los ciudadanos. Que se vayan.
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