Dos miradas que se encuentran; dos miradas que se sorprenden; dos miradas que, entre ellas, se dicen más cosas que las palabras; dos miradas que viajan juntas; dos miradas que sonrojan.
Dos manos. Dos manos que se acercan; dos manos que se entrelazan; dos manos que juegan juntas; dos manos que transmiten más que las palabras.
Dos caricias. Caricias que recorren dos cuerpos; dos caricias que descubren lugares secretos; dos caricias que estremecen; dos caricias que ponen la piel de gallina; dos caricias que hablan más que las palabras.
Dos bocas. Dos bocas que se acercan; dos bocas que se sienten; dos bocas que arden en deseos de probarse; dos bocas que se unen; dos bocas que se saborean; dos bocas que, sin pronunciarse, dicen más que las palabras.
Dos cuerpos. Dos cuerpos que juegan; dos cuerpos que, bajo una luz tenue, viven momentos maravillosos; dos cuerpos que sienten necesidad de unirse; dos cuerpos que se funden en uno solo. Dos cuerpos que no hablan, pero que no necesitan recurrir a las palabras
Amar... es más que verbo, es más que palabra, es más que sílabas, es más que letras. Amar es una suma de dos; de dos que se demuestran, sin hablar, lo mucho que saben hacer uso del juego que ese sentimiento supone.
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