El Partido Popular (PP) y principalmente su cabeza visible (Mariano Rajoy) andan metidos en una encrucijada de palabras mayores, de la que no tiene manera (digna) de salir. Y es que el caso Bárcenas está sacudiendo de manera impensable a quienes, hasta hace nada, contaban con un respaldo social amplio en cuanto a las encuestas de intención de voto, pero que han ido trabajando su decadencia concienzudamente.
Ayer se produjo algo poco usual. El propio Mariano Rajoy convocó una junta extraordinaria del Comité Ejecutivo Nacional para armar un nuevo discurso ante las evidencias que criminalizan las cuentas del PP. Tras él, una absurda puesta en escena. Una rueda de prensa por videoconferencia en la propia sede del partido, en la que se menospreció a los periodistas (que no tuvieron derecho a preguntar nada) y se tuvieron que limitar notas de lo que decía un busto parlante en una pantalla. Una vergüenza.
Total para decir nada. Que todo "es falso". Y que el señor no se piensa ir. Que "nunca ha recibido dinero negro". Y cree que lo arreglará todo haciendo pública sus declaraciones al fisco. ¿Desde cuando el dinero en B se declara? ¿Alguien se lo ha explicado alguna vez a este señor? ¿Nos toma por tontos?
Es de vergüenza el gobierno que tenemos, su actitud y su altanería, en momentos en que deberían tener la cabeza bajo tierra. Salir desfilando de la Moncloa todos, uno por uno, sin rechistar, con la mirada clavada en el suelo, las manos bien arriba, que se les vea, y devolver todo lo que han trincado. Dimisión en grupo, porque aquí no se salva ni uno. Nos merecemos otro país, otros políticos y una Democracia menos maltratada. Creen que pueden reírse del pueblo. Que sigan creyendo eso, que se sigan creyendo impunes, que cada vez les queda menos.
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