A miles de kilometros se vive una situación lamentable, una política atroz, voraz, y arrolladora camina sin mirar a quién pisa, aunque ese a quien pisa sea su propio pueblo; ese que le ha votado (o no). Siempre detrás de una acción hay una persona que toma la decisión; esa persona puede estar acertada o no; luego nos encontramos a aquellos a los que su cargo les viene demasiado grande, y en esa situación está Venezuela y su presidente Maduro.
A miles de kilómetros, uno no puede sino sentir lástima por un pueblo vecino y hermano, que vive una situación caótica, casi de guerra civil. Una población dividida, a gozo y regocijo de su presidente. Aquellos que comparten sus ideas -que han llevado al país casi a la banca rota- pueden vivir tranquilos y respirar en paz; aquellos que se oponen y se enfrentan, verán caer sobre ellos la peor de la violencia. Fuerzas del estado utilizadas contra el Estado, en deterioro del Estado. Cuerpos de seguridad al servicio de un dirigente ególatra
Lástima de un pueblo que podría ser rico y lo tienen sumido en la miseria. Lástima de unos hermanos venezolanos que no pueden ser libres en su falso mundo de democracia. Una dictadura disfrazada desde Chávez, y que maduro se ha encargado de reforzar. Su poder es máximo, y no se puede decir una palabra contraria a la que dice el líder. Un país donde los presos políticos cada vez son más numerosos, simplemente por pensar diferente.
Cuando una sociedad se divide y se pelea por sus ideas políticas, cuando desde el Gobierno se encargan de señalar y marcar como 'los malos' al otro por no tener mi ideología, cuando miramos errores ajenos y no los propios, y nos regocijamos en ellos; cuando somos tan miserables como para echar a pelear a nuestros ciudadanos, como si de animales salvajes se tratara, entonces no podemos hablar de civilización.
Cuando imponemos una opinión; cuando obligamos a decir lo que nosotros queremos; cuando nos aprovechamos de la imagen de quien nos precedió para ocultar nuestra incapacidad; cuando nos escondemos tras el gobierno mediante decretos para así, poder sacar adelante nuestras leyes atroces y equivocadas, a sabiendas de que no lo hacemos bien, demuestra nuestra inseguridad, nuestro miedo y nuestra desfachatez. Así es Maduro. Aquél que está convirtiendo Venezuela en un campo de batalla, en un pueblo que se desgarra la camiseta y que divide amigos, familias y vecindades por unas ideas arcaicas. Así es maduro, el líder de un socialismo comunista que se desborda, que inunda y ahoga.
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