martes, 22 de abril de 2014

La política canaria

La política en Canarias podríamos catalogarla como aquello que quiere ser pero, por desgracia, nunca puede. Y es que nuestros políticos viven en una continua improvisación en aquello de la toma de decisiones que, casualmente, es a lo que deben dedicarse. Cuando un día deciden que no quieren hacer una cosa, al día siguiente van y la cambian. 

Muchos pueden creer que es porque escuchan al pueblo, y si el pueblo se queja, les hacen caso. Pero no nos engañemos, la realidad es que no saben qué hacer. Y lo peor ya no es que no sepan qué tienen que hacer, que ya es grave per se, sino que nada de lo que deciden va dirigido al problema principal que vive el Archipiélago: la crisis y su alto número de parados. 

Otro ejemplo claro de este ir y venir continuo del Ejecutivo regional es el tema 'gordo' que tienen entre manos: el petróleo. Hace no mucho tiempo, el mismo que sigue presidiendo la Comunidad, no estaba tan en desacuerdo con la idea de las prospecciones, eso de la creación de puestos de trabajo, el enriquecimiento de las Islas, y el beneficio general para Canarias se lo creyó a pies juntillas. No obstante, ahora que ha visto que nada de lo que comentaban era cierto, y que ha visto el rechazo general de la sociedad canaria, que ha demostrado ser más capacitada y más inteligente, es cuando ha decidido actuar en contra. ¿Se lleva la contraria? Sí. ¿Lo hace por convinción? No. Y es que realmente no sabe lo que quiere. 

A Paulino Rivero le encantaría poder estar en todos los saraos, y ser el protagonista principal de todas las películas. Pero por suerte no puede llegar a cumplir ese sueño personal. Le gusta en demasía estar delante de un micrófono reprochando, criticando y diemonizando al Gobierno de Madrid, pero también le parece fascinante ir a la capital del Estado a decirle a Mariano Rajoy, que está para servirle en lo que quiera, y que, por contentarle, hace cualquier cosa.

Este es Paulino Rivero, que se rodea de gente tan indecisa como él. Y es que Dios los cría y ellos se juntan, como dice el sabio dicho popular. A falta de un año para las elecciones municipales, se afana por reformar el Estatuto de Autonomía. Ahora le parece injusta la Ley Electoral de Canarias (que lo es), pero es que tiene miedo de perder el sillón que lleva calentando siete años, y quiere perpetuarse en él -Dios nos pille confesados-. Pero de reducir las tasas de pobreza infantil, de reducir las tasas de paro, de dar salida a los nuevos licenciados y diplomados (o nuevos graduados, con eso del Plan Bolonia), nada de nada. 

Esta es Canarias, y este es nuestro Gobierno. Vendemos sol y playa. Y lo vendemos, porque los locales no tenemos dinero. Lo vendemos a los foráneos que lo quieran y puedan disfrutarlos. Los canarios cada vez más pobres, Paulino cada vez más acomodado, el Ejecutivo cada vez más incompetente, y seguimos en las mismas de siempre. 

Esta es mi tierra, y así la están maltratando. Que Dios, o alguna alma caritativa, nos pille confesados, porque por el camino que vamos, nos va a hacer mucha falta. 

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