lunes, 29 de septiembre de 2014

Un adiós lleno de alegría.

Echando la vista a atrás, con el paso de los días, uno ve de manera diferente lo acontecido con el ya ex ministro de Justicia, Alberto Ruíz Gallardón. Aunque a todos nos sorprendió la noticia de su dimisión, no era algo que estuviese muy fuera de las posibilidades existentes. Las piedras que lanzó contra el sector con el que trabajaba, y la más que mascada ley del aborto, eran un camino que sólo tenía una salida. 

El lobo con piel de cordero se quitó su coraza una vez que juró su cargo, y aquél personaje amable, que todos tenían en cierta estima por su facción más moderada, se terminó transformando en el monstruo de las libertades y de la justicia para todos.

 Desde el tasazo judicial, era previsible una actitud combativa. Y la tuvo. Sólo en aquello que su partido había comprometido en las elecciones de 2011, puso tal empeño, que la gran mayoría de los ciudadanos pudieron comprobar que aquél angelito desalmado, que parecía que no querían que progresase en la política nacional, no era ángel, sino demonio. 

Fue tal el empeño en transformar la ley del aborto, que terminó cayendo en su propio foso. Un agujero tan grande que, de caer, era imposible salir, y al final, eso fue lo que le pasó. Bien porque fuese una caída accidental, o bien porque fuese empujado, al final lo que cuenta es que el golpe ha sido duro, y su lucha por criminalizar algo que debería ser un derecho y no una obligación (o prohibición), ha dado como resultado con el fin de su carrera política. 

Adiós, angelito desvalido. Seguramente no te echemos de menos, y seguramente serás recordado por tu ley anti-abortista. Ahora resulta que ni los religiosos, aquellos que te llamaban valiente por hacerles caso, quieren verte pasar por sus casas. Es paradójico, incluso simpático, el hecho de que alguien con tu carácter político, se buscó enemigos foráneos y de la propia familia (política y religiosa). No obstante, es algo que te buscaste tú solo. Aceptaste el reto, y el reto te devoró. Éstas son las consecuencias, y con ellas debes vivir. 

La sociedad española se alegra de que se de marcha a atrás a una ley que borraba de un plumazo algo tan elemental como es el derecho a decidir. No se te echará de menos, y esperaremos ansiosos no verte aparecer otra vez. Hasta nunca, ministro criminalista. Adiós, Gallardón.

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