El presidente del Banco Central Europeo (BCE), el italiano Mario Draghi, comparecerá en el Congreso de los Diputados el próximo 12 de febrero para dar su parecer sobre la situación económica, ya no sólo en España, sino también en Europa.
Esta comparecencia tendrá una duración de 90 minutos ante el presidente del Congreso, Jesús Posada, los portavoces de los grupos parlamentarios, los miembros de las comisiones y algunos miembros de los grupos elegidos por los portavoces. Una reunión limitada, en tiempo y personal, para hablar a saber de qué, y en qué términos.
La cosa se quedaría ahí, en algo posiblemente positivo, si no fuera por las limitaciones que pone el señor Draghi; y es que dicha sesión será a puerta cerrada, sin taquígrafos, ni micrófonos, ni cámaras, ni ningún elemento que pueda suponer que lo que allí se hable, sea grabado. Con lo que no contaban, es que estando en la era de las tecnologías, y en el período en el que las redes sociales están viviendo su mayor boom, algunos miembros parlamentarios, como el diputado de IU, Alberto Garzón, ha declarado que dará a conocer todo lo que allí se hable, a través de Twitter. Tanto querer ocultar, y no cuentan con un detalle tan importante. Algo que demuestra lo ilimitado de su sinrazón, su ego y desapego; pero que deja al descubierto su escaso sentido común.
Durante la comparecencia, cada grupo dispondrá de 6 minutos para plantearle cuestiones al presidente del BCE, que posteriormente podrá responder (siempre y cuando, el caballero lo estime oportuno, o no le incomoden demasiado las preguntas, que ya sabemos todos cómo se manejan algunos). ¿Tanto oscurantismo por qué? ¿Acaso el ciudadano no tiene derecho a saber? Con actitudes como estas, ¿cómo no va a sentirse la ciudadanía alejada de las instituciones y órganos europeos?
Alguien que es capaz de afirmar que la época del Estado social se ha acabado, debería abandonar un organismo tan importante en la UE, y más cuando sus acciones no hacen nada, ni para bien ni para mal, porque no hay ninguna. Para venir, soltar su parafernalia y marcharse, sin dejar que el pueblo español le escuche, para eso mejor quédese en su casa.