lunes, 4 de marzo de 2013

El ministro que debe dimitir

El señor Fernández Díaz, ministro del Interior, vuelve a la primera plana de la opinión pública debida a sus inapropiadas palabras sobre los matrimonios homosexuales. Si bien ya dejó claro su posición a este respecto, al afirmar que él fue uno de los propulsores del recurso de inconstitucionalidad al la ley del matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo, no contento con eso, ahora se atreve a decir que dichos matrimonios, dichas relaciones, ponen en peligro "la perpetuidad de la especie". 

Hay que ser poco perspicaz para caer en tal bajeza y quedarse tan pancho, como quien afirma que el agua es incolora, y creer que no pasará nada. Lo grave no es que el señor Fernández Díaz, como persona libre y responsable, tenga esa opinión; lo grave es que la de en calidad de ministro, en calidad de persona pública, de miembro de un Gobierno.

La libertad de expresión y de opinión, por suerte, es un derecho que todos tenemos, pero cuando se es miembro de un cargo público, y más cuando es a ese altísimo nivel, las palabras deben estar más medidas que nunca. La persona se deja a un lado, para pasar a ser el ministro. Por tanto, sus opiniones personales ya no valen. En esa situación, toda opinión que de, debe ser en base a la legislación vigente, y dicha legislación dice que los matrimonios homosexuales son totalmente constitucionales. Le guste o no. Eso no nos importa. Debe acatarlo, respetarlo y, en calidad de ministro, defenderlo. 

La homofobia de este señor, que sobrepasa límites insospechados, pone en jaque a su equipo y a su partido, que se vio sorprendido por las declaraciones del responsable de la cartera de Interior. Aunque lo más seguro es que no habrá sido tanta sorpresa como se ha querido dar a entender. Este es el problema que sufre España. La moral religiosa no debe entrometerse en las funciones públicas y políticas. No debemos agarrarnos a la fe como justificante de unos pensamientos y como razonamiento, pues esa misma fe religiosa católica ha demostrado estar demasiado desfasada con respecto a la sociedad que vivimos actualmente, y que, caso tras caso, se deja en evidencia que es la religión (católica en este caso), la menos indicada para dar consejos de moralidad o ser argumentario de moralidad, y mucho menos en el tema sexual.

Es vergonzoso tener como miembro del Gobierno a alguien de este nivel, que pierde toda legitimidad y todo merecimiento de respeto, puesto que él no lo tiene. Si para Fernández Díaz, la homosexualidad pone en peligro la perpetuidad de la especie, ¿qué pasa con las solteras que no tienen hijos? ¿qué pasa con las mujeres que no pueden tenerlos o que, simplemente, no quieren? ¿qué pasa con la propia religión? Es tan absurda su idea, como lo es su permanencia en el puesto que ostenta. 

Merecemos un Gobierno capaz, preparado, que sepa estar en el lugar que debe, y no lo que tenemos en este momento. Este ministro debe estar fuera. Su dimisión debería ser inminente, sin concesiones y con la mayor de las vergüenzas. Si no, no hay forma de evolucionar. Merecemos dirigentes que vivan en el siglo XXI.

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