Resulta extraña esa sensación que produce el pensar qué será de aquél Alberto Ruíz Gallardón que parecía un inocente político al que atacaban de todos los frentes cuando estaba al mando del ayuntamiento de la ciudad de Madrid. Por aquél entonces, ese político liberal, moderado e incluso con algún aire de condescendencia hacia los socialdemócratas, se dejaba querer por uno y otro bando, caía bien e incluso, a veces, producía ternura.
Cómo ha cambiado el cuento. De cordero degollado ha pasado a ser lobo feroz. Ocupando la cartera de ministro de Justicia, se ha tomado a tal, por su mano, y ha hecho lo que ha querido. La justicia más politizada de nuestra corta democracia viene gracias a él. Aquél juez que meta las narices, o lo intente, en algún tema escabroso que le ataña a su partido, se las ve con los que mandan y siempre quedan fuera. El Constitucional, el Tribunal Supremo...todo ha caído en la politización intencionada. Que mejor manera de controlar lo que tocan los jueces.
Sin embargo, lo que nos atañe en este artículo no es el control de la justicia, sino el empeño que ha puesto en volver a criminalizar el aborto. La mujer no tiene derecho a decidir por sí misma. Sólo podrán abortar aquellas que hayan sido violadas o corra peligro su vida, pero, ¿qué pasa con aquellas que van a tener un hijo con mal formación? ¿y con aquellas que sus hijos vienen enfermos? ¿y aquellos que no tienen posibilidades económicas?
Vale que actualmente hay más información para evitar los embarazos, vale que a más de una (y de uno) se les va la cabeza por hacer locuras. Pero no se puede obligar a una mujer tener a su hijo, sí o sí. Es impensable que se meta moral e ideología religiosa en una ley civil. Sepamos separar lo religioso de lo que no lo es. Demuestra el nivel político que tenemos. Prevalece la vida de un no nato, antes que la de una mujer adulta. Si somos adultos para decidir si delinquimos o no, si fumamos o no, también lo somos para decidir si es momento para tener un hijo o, si está embarazada, decidir si abortarlo porque es lo mejor, no sólo para ese bebé, sino para su madre.
Se equivocan en hacer criminal a quien tan sólo mira por el bien suyo y de quien tiene en su vientre. Que curioso es que aquellos que repudian el aborto, son los que menos miramientos tienen a la hora de hacer uso de él. Como ya le dijo la diputada Patricia Hernández a Gallardón en una sesión de control: "un hombre no es más hombre, por ser ministro". Cuanta razón tenía.
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