Hasta hoy no he conseguido recuperarme del shock tremendo y profundo en el que me adentró la secretaria de Inmigración, Marina del Corral, cuando se atrevió a sentenciar, con toda la calma y la tranquilidad, que los jóvenes españoles emigran porque tienen "impulso aventurero". A veces, es posible, que no piensen las cosas que dicen; otras, las mayores, que realmente creen lo que están declarando.
Un joven español, actualmente, no tiene en su cabeza el espíritu aventurero como fin principal, sino ese ansia y deseo por conseguir un buen trabajo, a la altura de su preparación, y con la remuneración que debe tener un trabajo como el de su nivel. Porque recordemos que en este país, en tan solo doce meses, se ha tirado por el suelo los sueldos de los trabajadores, hemos vuelto a una esclavitud empleado-empleador, que no se veía desde hacía muchos años en este lugar. Creíamos haber superado todos los lastres pasados, pero parece que algunos se empeñan, no solo en no abandonarlos, sino en recrudecerlos. Hay un dicho popular que 'cualquier tiempo pasado fue mejor', y esto parece llevarlo a rajatabla el Ejecutivo nacional. La realidad, esa que se niegan en ver, es bien diferente. Cualquier tiempo pasado no fue mejor, por ello la evolución, por ello el progreso, por ello los avances; aunque bien pensado, en España, ahora mismo sí es cierto ese dicho popular, pues hace ocho años se vivía mejor que ahora.
Señora del Corral, tenga usted presente una cosa bien clara: los jóvenes no se van por espíritu aventurero, se van por necesidad, por falta de expectativas aquí, por falta de futuro, por dignidad y porque hay un Gobierno empeñado en echarlos de aquí porque no mira por ellos, porque está enquistado en salvar a sus amigos del poder económico. Un Gobierno de gente llena de miedo.
Como bien decía Groucho Marx: "más vale estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente".
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