Es altamente increíble lo que puede dar de sí el 'Caso Bárcenas'. Pasan los meses y nunca terminamos de descubrir toda la verdad. Ya sea porque el principal acusado no logra tirar de la manta por completo -o no le apetece hacerlo-; o bien porque el Partido Popular pretende esconder la basura debajo de la alfombra, esperando a que pase desapercibida y que los españoles nos olvidemos de ello; pero Bárcenas aún da para mucho.
Cuentas bancarias en el extranjero que parecen matrioskas, descubren una y detrás llega otra; millones de euros que van y vienen; sobres que suben y bajan por el edificio de Génova; sobresueldos en B que quieren pintar de A; declaraciones de la renta como medio de excusa para justificar ingresos en B que jamás aparecen en esos documentos...
Demasiadas son las incoherencias, sandeces y líneas inconexas que quieren escurrir de unos a otros en la ejecutiva popular, pero que, a ojos del ciudadano, las culpas son más que claras, y se exigen responsabilidades: sociales, jurídicas y políticas. La honestidad no es algo que se tenga per se. Hay que ganarla a pulso. Y con el respeto pasa un tanto de lo mismo. ¿Somos seres respetables por el mero hecho de ser seres? Cada acto cuenta, cada palabra vale y cada decisión influye en ello. Desde los miembros del Gobiernos, hasta todos aquellos que han formado parte directa -o indirectamente- del aquelarre de sobres, del festín de billetes que se ha vivido en la sede del PP, deben pasar por el banco del Juzgado, y por el micrófono de la opinión pública.
Una oportunidad para ser valientes es la que les ofrece el caso Bárcenas. Valientes porque cogen el toro por los cuernos y son capaces de entonar el mea culpa y dimitir, hacer algo bien por éste país, y dejar de inmiscuir las narices donde no les llaman o, en cualquier caso, en asuntos para los que no están capacitados, y casi dos años de legislatura están demostrando este hecho.
Si algo bueno ha tenido éste hecho de los sobresueldos, es que algunos políticos son capaces de arrastrarse por 'cuatro duros', destrozar su reputación, y dejar clara a la sociedad que sin unos verdaderos memos en lo que al desempeño de la función pública se refiere. Que se vayan.
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