El Tribunal Constitucional ha puesto freno a las ansias nacionalistas de Cataluña al aceptar el recurso interpuesto por el Gobierno central por las declaraciones soberanistas de la Comunidad Autónoma y su propuesta de referéndum.
Una consulta popular que nunca ha sido bien vista desde Madrid, con un miedo -quizá excesivo- a una ruptura nacional que, probablemente, con la actitud del Gobierno de la Nación no se haga sino aumentar ese deseo de separación entre catalanes y el resto del país.
No obstante, desde el Parlament de Catalunya se rasgan las vestiduras. Cualquier asunto que pueda afectar a esa medida de autodeterminación es utilizada para hacer política populista, muy enlazada a cualquier movimiento nacionalista. Un ataque a su personalidad nacional, a su política y a su independencia.
El asunto de Cataluña siempre ha tenido que tratarse con cuidado, pues las heridas nunca acaban de cicatrizar. Un pueblo sensible hacia su identidad, con unos políticos que exageran hasta el extremo esa sensibilidad para intentar lograr sus objetivos.
Desde el Gobierno autonómico no piensan frenar, ni dar marcha atrás en este recorrido de independencia, retando al Tribunal y al Gobierno central en una lucha en la que, sin duda, terminarán perdiendo los ciudadanos catalanes por culpa de aquellos que quieren convertirlos en mercancía y arma en esta pelea encarnizada sobre la unión o desunión de un país más maltrecho que nunca.
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