El pasado día 9 se celebró una histórica huelga en la educación española; padres, madres, maestros y alumnos de todos los niveles educativos estaban llamados a secundar un paro que se presentaba ambicioso. La idea: impedir que salga adelante la nueva ley educativa que se trae entre manos el ministro de Educación, José Ignacio Wert.
Un gran poder de convocatoria durante la jornada lectiva, pero mayor aún durante las manifestaciones en las calles de múltiples ciudades del país provocaron lo que, en un principio, parecía imposible: la Ley había sido emplazada a seguir estudiándose y, con toda probabilidad a ser tratada en el Consejo de Ministros del próximo viernes 17 -si no lo evita nadie antes-.
La reforma es conflictiva por cualquier punto desde el que se mire. Después de publicarse los últimos datos de abandono escolar, que sitúan a España a la cola de Europa con un 24.9%, nos encontramos con un proyecto que pretende masificar las aulas y someter a los profesores a más horas docentes y reducir las horas de tutorías. Esto que parece algo banal, no lo es tanto si consideramos que aquellos países con un índice de abandono escolar mínimo son aquellos que tienen las aulas más "despobladas" y donde el profesor puede dedicarse más detalladamente en los problemas de cada alumno.
Por otro lado, la Ley se ha trabajado para favorecer la educación religiosa, ofreciendo, para aquellos que se plantean no estudiarla, una asignatura más complicada para redireccionar flujo hacia la asignatura religiosa. Un planteamiento ideológico que ha llegado hasta la posibilidad de diseccionar los centros por sexo, como en la época pre-constitucional (niños con niños y niñas con niñas).
Pero Wert no se iba a quedar de brazos cruzados. Los estudiantes, profesores y padres han ganado una 'batalla', pero no la 'guerra', y el ministro ha decidido que, para el próximo curso, va a reducir el doble de lo estimado en un principio, la concesión de becas de ayuda al estudio (del 4% que se esperaba recortar, se pasa al 8%). Si es que, nuestro amigo, siempre se guarda un as bajo la manga.
Esta batalla educativa aún no está sentenciada, y quedan muchos rounds... ¿Quién ganará? Ojalá sea una educación libre de chiquilladas y de ideologías por parte de quien dirige las riendas del sector.
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